miércoles, 19 de diciembre de 2012

MILANA BONITA

Supongo que todos conocéis la novela de Delibes “Los Santos Inocentes”, donde describe un ambiente de desigualdad social entre una familia miserable y los señores o señoritos a los que sirven.

Resulta tremenda la distancia entre los que viven en el lujo y matan el tiempo cazando –nunca mejor dicho lo de matan– y los que se mueren de asco por faltarles lo necesario para la supervivencia.

Para colmo, el matrimonio Paco y Régula atienden a Charito “la niña chica” minusválida y cuidan de Azarías, amén de otros dos hijos, varón y hembra.

Azarías es el paradigma de la miseria, con el coeficiente intelectual del chimpancé. Pero con las ideas muy claras sobre el bien y el mal, aunque parezca una contradicción.

Paco es el ojeador de las palomas que caza el señorito Iván, que llega a ser obligado a realizar las labores de un perro de muestreo, incluso con la pierna “tronzada” (rota).

Azarías acoge como mascota una “milana”, que, en realidad no es un milano ni ninguna otra rapaz, más bien parece un córvido. Ese es su tesoro y su afecto.

Como quiera que Paco, el señorito, la mata de un disparo, en una de esas gracias que tanto gustan a los psicópatas y/o poderosos, Azarías le lía una soga al cuello, desde el árbol en que se produce el acontecimiento y tira de ella suspendiéndole hasta la muerte.

Parece, y es, la tragedia de la vida. El pueblo llano somos honestos, trabajadores, sumisos, “obedientes y hasta en la cama”, pero

SI NOS QUITAN A LA MILANA MATAMOS AL SEÑORITO. 

No es casualidad que se aplaudiera esa escena en el estreno de la película. Todo un aviso para los que están cruzando el límite de la tolerancia ciudadana.

miércoles, 17 de octubre de 2012

EL TIEMPO

No hace mucho que los seres humanos creíamos que el tiempo era el transcurrir de las horas y también algo meteorológico. Así surgieron los relojes y los barómetros. La mejor cualidad de los primeros es que den la hora exacta en cualquier parte y lugar de la tierra y hasta del cosmos. Pues no, resulta que el tiempo es mucho más, desde Eistein, siendo una variable sujeta a alteraciones, de modo que no transcurre igual en todas partes y, mucho menos, en distintas circunstancias. No es sólo que se nos haga largo esperando a la novia, o corto cuando estamos disfrutando con ella, sino que realmente transcurre más deprisa o más despacio, dependiendo de la velocidad a la que nos movamos. A la de la luz, tiende a cero. El viaje en el tiempo es a los cosmólogos lo que los cruceros a la gente normal y corriente, algo deseable pero inalcanzable. Y eso que ahora se han puesto de moda y todo el mundo va a Santorini en barco (mientras no vuelque). Nos dicen los astrofísicos que el viaje al pasado no es posible, por aquello de las paradojas. La más impactante es que podríamos matar a nuestro abuelo, con lo cual nunca habríamos nacido. Esto parece de sentido común. Pero sí se puede viajar al pasado, yendo a velocidades próximas a la de la luz. En cuyo caso, diez años de viaje espacial vienen a ser cien en la tierra. Digo yo que volver al futuro, cuando puede que ya no se den las condiciones para un aterrizaje sin incidencias, o acaso el planeta se haya deteriorado tanto que ya no sea compatible con la vida, o, lo peor, todos los seres queridos de los astronautas han muerto, o están en estado tan decrépito que no conozcan ni a su padre, no es lo más inteligente que puede hacerse, ya se trate de la NASA. Los viajes en el tiempo, ¡ya existen! ¿No es la vida un viaje en el tiempo, desde nuestro pasado hasta nuestro futuro? No podemos tener presente el pasado, pero sí recordarlo. Y si es remoto, estudiar los hallazgos arqueológicos. El futuro remoto no podemos conocerlo, pero sí nos hacemos una idea de cómo será. Nosotros vivimos en el futuro, ya que cada instante ya está en el pasado. Cada segundo se diluye del presente. ¿Entonces para qué coño queremos una máquina del tiempo? Se me hielan las carnes al pensar que algún científico listillo (o muy listillo) pueda conseguirlo, pues veo que peligra mi integridad. Y la de ustedes / vosotros. ¿El tiempo? el tiempo es lo que se jode cuando llega el fin de semana.

martes, 17 de julio de 2012

¡YA ENTIENDO!

¡Ya lo he comprendido! Me ha costado, pero ya he entendido esto de la crisis. Al principio, es como la Teoría de la Relatividad de Einstein, que está reservada para las mentes más preclaras y/o científicas. Los grandes temas de la macroeconomía, las finazas, los mercados…, parecían estar reservados para los especialistas. Pero, a ver si lo he comprendido bien (me rectifiquéis, si no es así): Unos banqueros especuladores y sin escrúpulos nos han prestado dinero esperando hacer el gran negocio, que solían venir haciendo. Como nos hemos endeudado tanto, no podemos devolverlo. Y, para más INRI, nos suben los intereses. Además, se permiten el lujo de “acogotarnos” con recortes sociales (léase a la plebe), lo que nos lleva a un círculo vicioso del que no podemos salir (España, Grecia, Italia). Es como querer que nos apretemos el cinturón y bajemos los pantalones, todo al mismo tiempo (difícil). Además de chorizos y sinvergüenzas, son estúpidos, porque con estas medidas nunca van a recuperar lo prestado. Pero resulta que esto de estrujar a los pobres, por parte de los ricos, es más antiguo que la Tana (¿alguien sabe quién fue?). Esto no tiene ningún misterio macroeconómico, esto es lo de siempre. Es ley de la naturaleza humana que, para que los pobres (la plebe) podamos disfrutar de un cierto bienestar, los ricos tienen que estar forrados. Cuando ellos dicen que pierden, que no crecen, significa que nosotros estamos en la indigencia. Y eso lo hacen cuando tienen un poco menos de beneficios. Que les va mal en un país, se llevan la pasta a otro. Que temen por sus dineros, hacen de los paraísos fiscales un pastizal. A mi modo de ver, no hay otra que la revolución, que tampoco es un invento de ahora. Es como un ciclo de horror que se viene repitiendo a través de los siglos, porque los poderosos sólo sueltan la guita, si se les quita por la fuerza (y cualquiera). Tanta tecnología y no hemos aprendido a convivir ni a compartir. Si no fuera porque somos simios, diría que, en realidad, somos asnos. HP sería el calificativo para los depredadores humanos. Y no estoy hablando de una empresa de ordenadores. Pero, podemos seguir pensando que es esta situación es culpa de los políticos, que con ponerles verdes, ya tenemos, al menos, un desahogo.

viernes, 6 de julio de 2012

LA OVEJA

En la cadena trófica, la oveja ocupa un claro lugar para ser comida. Como quiera que el hombre ha remplazado los herbívoros naturales por ovejas y vacas, el lobo se zampa todas las que puede, a falta de sus presas naturales. ¡Que viene el lobo! La oveja no solo se deja comer, sino que acude a la llamada del ganadero, cuchillo ensangrentado en mano, para ser muerta por él, cuando ya vio matar a su compañera o hermana. Esto me lo ha contado uno de ellos en persona. El hombre es, a efectos de sus depredadores, como la oveja que se deja explotar y sacrificar para engordar las barrigas de los poderosos. Estos han inventado una sociedad de consumo, de permanente crecimiento, donde nos han hecho creer que hay que producir cada vez más para mantener la sociedad del bienestar. Alguien como yo, y algunos pocos, que somos ovejas por obligación más que por vocación, nos hemos dado cuenta de que nos están tomando el pelo (léase explotando de la manera más canalla). A ver, la sociedad del bienestar existe para los “plebeyos”, porque de la mesa de los “patricios” caen algunos restos que podemos aprovechar. Entre tanto, nos han envenenado lentamente, a base de pesticidas, residuos de carburantes, productos químicos de todo tipo… No solo a nosotros, sino al planeta entero, como documentan todos los estudios medioambientales realizados. Un servidor de ustedes vosotros, cuando pasea por la calle o usa la bicicleta, recibe una buena dosis de detritus de gasoil y gasolinas. Cada vehículo a motor me roba una porción del aire que necesito para respirar. ¡Y a todo el mundo!, sólo que la mayoría ni se lo plantea. El coche se ha convertido en una necesidad y/o artículo de lujo, porque los beneficios que obtenemos los comunes de los mortales no son nada comparados con los que obtienen las multinacionales del mundo del motor. Y así pasa con todo. El problema es que esta situación se está acabando (“la avaricia rompió el saco”), en un proceso que yo llamo la megacrisis. Y que consiste ya no se va a poder vivir a este ritmo, no se va poder crecer permanentemente, ni ir en coche a todas partes (incluido el comercio de la esquina). ¡Se acabó lo que se dada! Y si no se acabó, lleva camino de ello, en no mucho tiempo. Estamos agotando los recursos del planeta. La tristeza es tener la certidumbre de que nuestros hijos no van a poder disfrutar del nivel de vida que hemos venido manteniendo sus mayores. La esperanza es que el mundo pueda cambiar a mejor, con un desarrollo sostenible. La preocupación es que el pueblo llano no va a ceder terreno tan fácilmente, porque su cerebro no va saber procesar el necesario cambio con inteligencia, por lo que éste será probablemente traumático. Algunos siguen creyendo que todo es culpa culpita de Zapatero. Otros creen que la solución es volver a la sociedad del bienestar, tal cual era. Y otros, que ya se inventarán nuevas fuentes de energía (¡que inventen ellos!). Es lo que yo llamo la estupidez de la oveja.