viernes, 6 de julio de 2012

LA OVEJA

En la cadena trófica, la oveja ocupa un claro lugar para ser comida. Como quiera que el hombre ha remplazado los herbívoros naturales por ovejas y vacas, el lobo se zampa todas las que puede, a falta de sus presas naturales. ¡Que viene el lobo! La oveja no solo se deja comer, sino que acude a la llamada del ganadero, cuchillo ensangrentado en mano, para ser muerta por él, cuando ya vio matar a su compañera o hermana. Esto me lo ha contado uno de ellos en persona. El hombre es, a efectos de sus depredadores, como la oveja que se deja explotar y sacrificar para engordar las barrigas de los poderosos. Estos han inventado una sociedad de consumo, de permanente crecimiento, donde nos han hecho creer que hay que producir cada vez más para mantener la sociedad del bienestar. Alguien como yo, y algunos pocos, que somos ovejas por obligación más que por vocación, nos hemos dado cuenta de que nos están tomando el pelo (léase explotando de la manera más canalla). A ver, la sociedad del bienestar existe para los “plebeyos”, porque de la mesa de los “patricios” caen algunos restos que podemos aprovechar. Entre tanto, nos han envenenado lentamente, a base de pesticidas, residuos de carburantes, productos químicos de todo tipo… No solo a nosotros, sino al planeta entero, como documentan todos los estudios medioambientales realizados. Un servidor de ustedes vosotros, cuando pasea por la calle o usa la bicicleta, recibe una buena dosis de detritus de gasoil y gasolinas. Cada vehículo a motor me roba una porción del aire que necesito para respirar. ¡Y a todo el mundo!, sólo que la mayoría ni se lo plantea. El coche se ha convertido en una necesidad y/o artículo de lujo, porque los beneficios que obtenemos los comunes de los mortales no son nada comparados con los que obtienen las multinacionales del mundo del motor. Y así pasa con todo. El problema es que esta situación se está acabando (“la avaricia rompió el saco”), en un proceso que yo llamo la megacrisis. Y que consiste ya no se va a poder vivir a este ritmo, no se va poder crecer permanentemente, ni ir en coche a todas partes (incluido el comercio de la esquina). ¡Se acabó lo que se dada! Y si no se acabó, lleva camino de ello, en no mucho tiempo. Estamos agotando los recursos del planeta. La tristeza es tener la certidumbre de que nuestros hijos no van a poder disfrutar del nivel de vida que hemos venido manteniendo sus mayores. La esperanza es que el mundo pueda cambiar a mejor, con un desarrollo sostenible. La preocupación es que el pueblo llano no va a ceder terreno tan fácilmente, porque su cerebro no va saber procesar el necesario cambio con inteligencia, por lo que éste será probablemente traumático. Algunos siguen creyendo que todo es culpa culpita de Zapatero. Otros creen que la solución es volver a la sociedad del bienestar, tal cual era. Y otros, que ya se inventarán nuevas fuentes de energía (¡que inventen ellos!). Es lo que yo llamo la estupidez de la oveja.

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