viernes, 29 de octubre de 2010

EL GAVILÁN POLLERO

La serie de televisión El Águila Roja, podía tener un pase en la línea de divertimento para todas las edades. Tanto el héroe como su escudero, hijo y “familieja”, estaban en la tónica de esas series juveniles de ambiente docente. Podía perdonársele el lenguaje coloquial y algo castizo, en aras de un acercamiento al mundo infantil, y las secuencias fantasiosas algo subidas de tono, para adolescentes. De postre, podíamos disfrutar del desfile de generosos escotes de las féminas y algún que otro desnudo bien fotografiado, para todas la edades.

Hasta aquí, no íbamos mal.

Pero resulta que las escenas de tortura han ido ganando temperatura. Y aquí es donde se le ve el plumero, no al Águila Roja con su pluma, sino al trastornado que pare y/o coordina el guión.

¡Se ha pasado usted caballero!

Los espectadores no tenemos la culpa de sus traumas psicosexuales y ya estamos hartos de aguantar tanta violencia en las películas americanas (y en la realidad). Ya sabemos que el ser humano es capaz de las atrocidades más aberrantes, pero no me las incluya en un serie de divertimento, porque ha dejado de serlo desde el capítulo de ayer, que no tenía desperdicio. Para más INRI, no sabe usted hacerlo. Ya que se mete en harina, y el malo manda desnudar a todos los rehenes para violarlos y matarlos, pues sepa usted salir airoso de la secuencia y resolverla como lo haría un buen cineasta. Y no que terminan todos en camisón participando de escenas que rozan lo ridículo. No sólo es/son usted/ustedes unos trastornados, sino, además, reprimidos. Y, desde luego, pésimos guionistas.

Esta serie no la salvan ni los buenos actores, ni la belleza de las mujeres, ni la excelente fotografía, ni la correcta realización.

Por ello, lo que comenzó con el nombre de Águila Roja, lo he degradado a El Gavilán Pollero.

Pido que den la responsabilidad de estas obras a los que valgan para llevarlas a buen puerto.

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